
La Promesa de Paz
Summary
Is there any way you can be sure your sins are forgiven? You’ve asked God to forgive you, but you still feel guilty and wonder if there’s something you have to do to “make up” for your mistakes. This excerpt from the book Peace Above the Storm will encourage you with its answer. God’s forgiveness is not dependent on how you feel. He has forgiven you, and all you have to do is believe it! |
Type
Folleto
Author
Ellen G. White
Publisher
GLOW
Available In
1 Languages
Pages
8
Lo que necesitas es paz: el perdón, la paz y el amor del cielo en el alma. El dinero no la puede comprar, la inteligencia no la puede obtener, la sabiduría no la puede alcanzar; Nunca puedes esperar, por tus propios esfuerzos, conseguirla. Mas Dios te la lo ofrece como un don, “sin dinero y sin precio” (Isaías 55:1). Es tuya, con tal que extiendas la mano para tomarla. El Señor dice: “¡Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque fuesen rojos como el carmesí, como lana quedarán!” (Isaías 1: 18) “También os daré un nuevo corazón, y pondré un espíritu nuevo en medio de vosotros” (Ezequiel 36: 26).
Has confesado tus pecados y los has quitado de tu corazón. Has resuelto entregarte a Dios. Ve a él ahora y pídele que te limpie de tus pecados y que te dé un corazón nuevo. Cree que lo hará porque lo ha prometido. Esta es la lección que Jesús enseñó durante el tiempo que estuvo en la tierra: que debemos creer que recibimos el don que Dios nos promete y que es nuestro. Jesús sanaba a los enfermos cuando tenían fe en su poder; les ayudaba con las cosas que podían ver, inspirándoles así confianza en él tocante a las cosas que no podían ver, induciéndolos a creer en su poder de perdonar pecados. Establece esto claramente en el caso del paralítico: “Mas para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados (dijo entonces al paralítico): ¡Levántate, toma tu cama y vete a tu casa!” (S. Mateo 9: 6).
Así también Juan el evangelista, al hablar de los milagros de Cristo, dice: “Estas empero han sido escritas, para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (S. Juan 20: 31).
Confiar en la Promesa
Del simple relato de la Biblia de cómo Jesús sanaba a los enfermos podemos aprender algo acerca del modo de ir a Cristo para que nos perdone nuestros pecados. Veamos ahora el caso del paralítico de Betesda. Este pobre enfermo estaba imposibilitado; no había usado sus miembros por treinta y ocho años. Con todo, Jesús le dijo: “¡Levántate, alza tu camilla, y anda!” El paralítico podría haber dicho: “Señor, si me sanas primero, obedeceré tu palabra”. Pero no; creyó a la palabra de Cristo, creyó que estaba sano, e hizo el esfuerzo en seguida; quiso andar y anduvo. Confió en la palabra de Cristo y Dios le dio el poder. Así quedó completamente sano.
Así también tú eres pecador. No puedes expiar tus pecados pasados, no puedes cambiar tu corazón y hacerte santo. Mas Dios promete hacer todo esto por ti mediante Cristo. Crees en esa promesa. Confiesas tus pecados y te entregas a Dios. Quieres servirle. Tan ciertamente como haces esto, Dios cumplirá su palabra contigo. Si crees la promesa, si crees que estás perdonado y limpiado, Dios suplirá el hecho; estás sano, tal como Cristo dio potencia al paralítico para andar cuando el hombre creyó que había sido sanado. Así es si así lo crees.
No esperes sentir que estás sano, mas di: “Lo creo; así es, no porque lo sienta, sino porque Dios lo ha prometido”. Dice Jesús: “Todo cuanto pidiereis en la oración, creed que lo recibisteis ya; y lo tendréis” (S. Marcos 11: 24). Hay una condición en esta promesa: que pidamos conforme a la voluntad de Dios. Pero es la voluntad de Dios limpiarnos de pecado, hacernos hijos suyos y ponernos en actitud de vivir una vida santa. De modo que podemos pedir a Dios estas bendiciones, creer que las recibimos y agradecerle por haberlas recibido. Es nuestro privilegio ir a Jesús para que nos limpie, y estar en pie delante de la ley sin confusión ni remordimiento. “Así que ahora, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8: 1).
De modo que ya no te perteneces; porque fuiste comprado por un precio. “Sabiendo que fuisteis redimidos, . . . no con cosas corruptibles, como plata y oro, sino con preciosa sangre, la de Cristo, como de un cordero sin defecto e inmaculado” (1 S. Pedro 1: 18, 19). Por el simple hecho de creer en Dios, el Espíritu Santo ha engendrado una vida nueva en tu corazón. Eres como un niño nacido en la familia de Dios, y él te ama como a Su Hijo.
Vayamos Como Somos
Ahora bien, ya que te has consagrado a Jesús, no vuelvas atrás, no te separes de él, mas todos los días di: “Soy de Cristo; pertenezco a él”; y pídele que te dé Su Espíritu y que te guarde por su gracia. Puesto que es en consagrándote a Dios y creyendo en él como nos hacemos sus hijos, así también debes vivir en él. Dice el apóstol: “De la manera, pues que recibisteis a Cristo Jesús el Señor, así andad en él” (Colosenses 2:6).
Algunos parecen creer que deben estar a prueba y que deben demostrar al Señor que se han reformado, antes de poder contar con su bendición. Mas ellos pueden pedir la bendición de Dios ahora mismo. Deben tener su gracia, el Espíritu de Cristo, para que los ayude en sus flaquezas; de otra manera no pueden resistir al mal. Jesús se complace en que vayamos a él como somos, pecaminosos, impotentes, necesitados. Podemos ir con toda nuestra debilidad, insensatez y maldad y caer arrepentidos a Sus pies. Es Su gloria estrecharnos en los brazos de su amor, vendar nuestras heridas y limpiarnos de toda impureza.
Miles se equivocan en esto: no creen que Jesús les perdona personal e individualmente. No creen al pie de la letra lo que Dios dice. Es el privilegio de todos los que llenan las condiciones saber por sí mismos que el perdón de todo pecado es gratuito. Alejemos la sospecha de que las promesas de Dios no son para nosotros. Son para todo pecador arrepentido. Cristo ha provisto fuerza y gracia para que los ángeles ministradores las lleven a toda alma creyente. Ninguno hay tan malvado que no encuentre fuerza, pureza y justicia en Jesús, que murió por los pecadores. Él los está esperando para cambiarles los vestidos sucios y corrompidos del pecado por las vestiduras blancas de la justicia; les pide que vivan y no perezcan.
Alcen la vista los que dudan y tiemblan; porque Jesús vive para interceder por nosotros. Agradécele a Dios por el don de su Hijo amado y pídele que no haya muerto en vano por vosotros. Su Espíritu nos invita hoy. Ve con todo tu corazón a Jesús y podrás clamar sus bendiciones.
Cuando leas las promesas, recuerda que son la expresión de un amor y una piedad inefables. El gran corazón de amor infinito se siente atraído hacia el pecador por una compasión ilimitada. “En quien tenemos redención por medio de su sangre, la remisión de nuestros pecados” (Efesios 1:7). Sí, solo cree que Dios es tu ayudador. Él quiere restituir Su imagen moral en el hombre. Acércate a Él con confesión y arrepentimiento y Él se acercará a ti con misericordia y perdón.
*Del libro El Camino a Cristo.Foto de la tapa: ©www.typofire.comFeatured Publications
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